jueves, 7 de agosto de 2008

LIBRE ALBEDRÍO


Pela patatas y controla las cabezas de pescado que se cuecen al fuego. Serán la única ración del día. Cada tanto, limpia los mocos que acompañan el sollozo en su falda raída.
Está nevando. Los leños que quedan son pocos. Necesitaría ayuda. Pero su ayuda anda por alguna taberna husmeando bajo enaguas sugerentes, lamiendo pechos que balconean los corsés, bebiendo al borde del abismo.
Es difícil calcular cuál es mayor, si el frío externo o el que esconde ella debajo de sus sueños. Maldice. Se dirige a su habitación sorteando una tela, tan gris como la vida. Ya desnuda, toma el cinto con el que ese monstruo laceró su cuerpo tantas veces, y son las propias manos, ahora, las que fustigan. No deja de maldecir recordando aquélla fastuosa noche en la que, aun sabiendo que su noble pie cabía en la zapatilla de cristal, renunció a su vida de princesa huyendo con un crápula que le ofrecía desenfreno y pasión.
Tendida sobre una sábana que se va tiñendo en carmín, canturrea un vals.

1 comentario:

Anónimo dijo...


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