Desde que la consiguiera apresar, a diario me torturó con el eco de sus cadenas intentando zafar del encierro.
Hoy, al acostarme, escuché un sonido diferente: Las arrastraba. Me quedé inmóvil, recostado en mi cama, esperándola.
Supe desde un principio que por más acero que empeñase, no podría burlarla eternamente.
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