Cuando escuchó aquello de “No por mucho madrugar, amanece más temprano”, el encargado de encender el sol, comenzó a tomar su trabajo con harta calma. Su parsimonia fue increscendo y el universo, paulatinamente se sumió en una oscuridad total. Ahora, cada vez que alguien abre un ojo y se encuentra con esa negrura íntegra, los vuelve a cerrar. Sigue durmiendo tranquilo y espera, porque “Nunca es más oscuro que antes del amanecer”.
jueves, 7 de agosto de 2008
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