jueves, 7 de agosto de 2008

DEJAD QUE LOS NIÑOS VENGAN A MÍ



El viernes llega a casa entusiasmado, preguntándole a su madre si era cierto: le habían dicho en Catecismo que Dios está en todos lados y todo lo ve. Ella asiente sonriendo.
El sábado, mientras lo arropa, sondea el porqué de su notoria inquietud. El niño contesta:
—¡Shhhhhhhhh, mami! estoy buscando un buen escondrijo para comprobar que Él, está en todas partes—. Los dos sonríen. El domingo por la tarde hallan al pequeño ahogado en el fondo del aljibe.
Olvidaron decirle que los séptimos días, Dios no juega.

2 comentarios:

Jacinto Deleble Garea dijo...

De veras bueno, con una intensidad diabólica se diría...

Textos de Luis A. De León Tobar dijo...

La soltura de lo que decimos se vuelve como una lanza en contra nuestra o de segundos o terceros