martes, 19 de agosto de 2008

LA MONEDA DE HIERRO



Los pensamientos galopan desbocados, el cuerpo, laxo, se entrega al cansancio de tanto camino. La compleja sencillez de resolver si sigo, o acabo. Lo dejo librado al azar. Ella baila mi destino por los aires, las dos contrarias caras en las que estará la respuesta, y cae. Cierro los ojos.
No fuiste el único, Borges, que cometió el peor de los pecados.

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