viernes, 29 de agosto de 2008

VIDAS ROBADAS


Me propuso que lo doblara dentro y fuera del set para que su mujer no sospechara de sus amoríos con la protagonista. Aquí, la estrella, es la supuesta cirugía de agrandamiento peneano que tuve que improvisar para que su esposa no desconfiara. Ya hace cinco años que vivimos felizmente juntos. Sólo interrumpe nuestro idilio un loco que cada tanto aparece aseverando que soy su doble.

martes, 19 de agosto de 2008

ESTRATEGIAS


—Soldado que huye... —. A lo lejos, disparos y bombas de Iraq. —Sirve para otra guerra... —. A lo lejos, el ruido del horror en la selva Colombiana.
Soldado que huyó de innumerables batallas regresa ileso a su hogar, cargando con orgullo un iris de condecoraciones al mérito.
La gorda lo recibe, brazos en jarra y un pie dando golpecitos histéricos en el piso: —¿Querés decirme por qué te tardaste tanto?, ¡ahora vamos a ver qué valores demostrás acá!
Y la obesa mandona, a la cual siente como el peso de tanque encima de él; y él, que se arrepiente de tanta corrida para terminar en esta guerra de táctica grasosa. Y la gorda que duerme a sus anchas muy anchas; y él, que mira su uniforme lleno de medallitas. Y la noche, y ella exhausta, rendida, y soldado que huyó...

RESOLUCIÓN DE LOS CONTRARIOS


Todo comenzó de pequeña, cuando mi sabio abuelo Huang-ti, me contaba historias para que pudiese conciliar el sueño. De todas ellas recuerdo particularmente una que rezaba esta frase: “Nadie puede matar a un dragón, porque para matarlo hay que verlo, los dragones sólo son visibles para aquél que los ama, y nadie mata a quien ama”.
Hoy, pasados varios años, logré por fin descifrar aquellas viejas historias que escuchaba hasta el hartazgo. Deambulando presa del insomnio, el lago me reflejó mordiéndome la cola, ouroboros, creo, nos llamaba él. Pude entonces entender el porqué de mi extraño nombre: K´uei, dragón terreno. La luna delató la sombra de mi monstruo, decidí que la alquimia que debía neutralizar mis tendencias adversas no había funcionado.
A pesar de amarme, tomé la espada de San Jorge y la clavé hasta lo más profundo de mis entrañas.

NAUFRAGIO


Abismal necesidad de llorar contenida, durante años ocultar la tristeza. Hasta un día de tormenta traicionera. Entonces, perecer ahogado en dolor y encontrar la muerte en un río de lágrimas.

CRÍA CUERVOS




Alarmado por la llegada del Anticristo, Dios exigió verlo. Quedó estupefacto al ver a su propio hijo parado frente a él.

MUNDOS PARA-LELOS


Estaba a punto de concluir su novela cuando una luz funesta estalló en el escritorio, que apestaba a meses de encierro. La señora Huxley, mientras abría la puerta, comenzó a vociferar:
—¡Amor, dicen las noticias que se viene el fin del mundo!
Aldous la miró sobresaltado: —¿Cómo? ¿Hay dos? ¿No es feliz?. Dejáme sólo, querida, ahora voy a tener que escribir el otro...”

MEMORIAS DE UN CINEMA NON PARADISO

De niña le tomé aversión. La única salida en familia que esporádicamente hacíamos era ir al cine. Papá y mamá en los extremos, nosotros entre ellos, como siempre, argumentando sus distancias. Cinco entes juntos compartiendo nada más el silencio al cual obliga el contexto. Lo mismo que pasaba en casa: se mira, se escucha, pero se calla.
No por eso dejaron de apasionarme las películas, que devoro cuando tengo ganas de estar sola, desde el sillón, en pantuflas y copa de vino en mano.
Yo, por las dudas, aviso. No vaya a ser cosa que mañana llames para concretar nuestro primer encuentro, me invites al cine y te extrañes cuando conteste: —Gracias, pero tengo otra cita. Conmigo, en pantuflas y desde el sillón.

LA MONEDA DE HIERRO



Los pensamientos galopan desbocados, el cuerpo, laxo, se entrega al cansancio de tanto camino. La compleja sencillez de resolver si sigo, o acabo. Lo dejo librado al azar. Ella baila mi destino por los aires, las dos contrarias caras en las que estará la respuesta, y cae. Cierro los ojos.
No fuiste el único, Borges, que cometió el peor de los pecados.

lunes, 18 de agosto de 2008

ESTIGMA DEL SILENCIO


Cuando encontramos el cadáver nos impresionó la dimensión que había tomado el lunar que escondía debajo del Ave Fénix tatuado en su omóplato. Realizarían una biopsia para determinar a qué se había debido su inconmensurable crecimiento.
A la primera cisura, comenzaron a salir llamas y éstas, convertían en lluvia de cenizas clamores que brotaban también por la ínfima abertura.
El patólogo no supo más que diagnosticar que cargaba sobre su espalda el dolor de todo un mundo.

CUESTIÓN DE FÉ



—Bendito sea San Gabriel, que llega a nuestro hogar con el anuncio de tu concepción Divina —el anciano, rico y estéril, no ofrece reparos a la noticia que escucha de los carnosos labios de su joven esposa.
Ella, festeja con disimulo la ingenuidad de su marido. Él, recuerda que ese mismo Arcángel, cuando anotició al longevo Zacarías que sería padre de un varón al cual debía llamar Juan (el Bautista), castigó su escepticismo con la mudez.
—Si es machito, querida, lo bautizaremos Juan —dijo, comprobando incrédulo que, milagrosamente, aún podía hablar.

ALEA JACTA EST


Desde que la consiguiera apresar, a diario me torturó con el eco de sus cadenas intentando zafar del encierro.
Hoy, al acostarme, escuché un sonido diferente: Las arrastraba. Me quedé inmóvil, recostado en mi cama, esperándola.
Supe desde un principio que por más acero que empeñase, no podría burlarla eternamente.

viernes, 8 de agosto de 2008

ESCOBA VIEJA


Levanta de manera automática una punta de la alfombra y barre debajo toda la basura que acumuló. Nota un montículo bastante prominente que podría revelar la mala costumbre. Cuando decide ir a buscar la pala, pasa frente a un espejo y descubre otro montículo, también prominente, en su espalda. Olvida la pala. Es demasiado tarde para ciertas limpiezas.

ENTRETEJIDOS


—¡Abuela, tengo una pelusa en el ombligo!
Entré a casa gritando. Ella se acercó tan rápidamente como sus años y el bastón lo permitían:— Querido, ¿otra vez?
— Ya deberías saberlo de memoria, vos me criaste. Desde que mamá murió en el parto, cada cinco años sucede lo mismo.
Sirvió un té de tilo para los dos. Ultimamos los detalles.
— Punto arroz ni se te ocurra, abuela, ya lo usé por los setenta y en el noventa y cinco.
— Estás crecidito, necesitás una trama más fuerte: ¡punto Inglés!
— No, ya sabés que les tengo cierta aprensión. Quiero ochos y algún dibujo.
— Querido, con mi edad, la artrosis y mis problemas de vista...
La terminé convenciendo. Decidido el punto, no restaba más que actuar. Conocíamos el mecanismo a la perfección: Ella extraería con una pinza la pelusa, que era la punta; comenzaría a ovillar mientras yo me empezaba a destejer con lentitud. Nueve meses le había llevado cada vez tejerme nuevamente a la vida. Maldije no haberle hecho caso, el modelo que le exigí era demasiado complicado. La enterraron cuando andábamos por las rodillas. En esta ocasión, para peor, había comenzado por las extremidades inferiores y mis otras partes, quedaron en ovillo.

Ahora sólo ruego que este gato asqueroso deje de jugar con mis testículos.

EL ESCRIBA



Mientras detrás del manual abierto trata de ocultar sus ojos que pugnan por estallar en llanto, escucha:
—Saquen una hoja. Ensayo tema: “La insoportable levedad del ser”.
Él omite papeles y empuña su navaja.
La sangre sobre el pupitre dictamina innecesarias las letras.

DE CÉSARES, NAPOLEONES Y BUSHES




Juanito se pone el pantalón, cierra la puerta de la pieza en donde Mimí atiende sólo a debutantes, y corre en búsqueda de su tío a quien encuentra embelesado con los pechos de una morena que le hacía arrumacos: —¡Tanta alharaca por “esto”!— le espeta con la desilusión marcada en el rostro. El tío sonríe y paga a la Madama. Lo toma comprensivamente del hombro y salen. Caminan un par de calles hasta que un: —Sobrino, ya verás, es sólo cuestión de práctica— rompe el silencio. Juanito lo mira incrédulo. Recuerda cuando el tío le contó que, obnubilados por “eso”, muchos hombres habían torcido el rumbo de la historia.

jueves, 7 de agosto de 2008

LA ÚLTIMA FLOR


Inútil caminar entre océanos de cuerpos inertes. De repente, luz, un segundo de revelación mística, y la observo. Su túnica blanca, las amapolas de sangre. Respiraba con dificultad; quimérico su empeño en recostarse sobre algo con vida, ya que toda vida volaba por doquier con rumbo incierto. Ella y yo, nadie más. Caos pestilente. Pensé en colores, en pasados. Absurdo desandar apocalipsis, alimentar futuros, cuando la muerte corre desbocada por las venas y baja hasta las entrañas para abrir el grito desgarrador. Y entonces callar, fingir, conservar un mínimo de cordura para despojarse del recuerdo de ayeres luminosos. Algunas horas atrás, el mañana parecía un camino sencillo: extender regueros utópicos que bebía con codicia.
Ahí, sombreados, su túnica manchada, sus ojos huérfanos, el amargo rictus de su boca, y yo: Cuadro jamás soñado, pesadilla, congoja letal.
Un paso hacia ella, mías las amapolas rojas y finalmente, caer.

APOCALIPSIS




—Había una vez... —dijo.
—Había una vez... —insistió gritando.
—Inútil comienzo, pequeña —dijo La Voz— no ha quedado nada que fuera.
Se arropó en llanto. Comenzó a acunarse hasta vencer la barrera de la conciencia, y soñó:
—Había una vez, una niña y una voz...

DE LUCES Y SOMBRAS


Cuando escuchó aquello de “No por mucho madrugar, amanece más temprano”, el encargado de encender el sol, comenzó a tomar su trabajo con harta calma. Su parsimonia fue increscendo y el universo, paulatinamente se sumió en una oscuridad total. Ahora, cada vez que alguien abre un ojo y se encuentra con esa negrura íntegra, los vuelve a cerrar. Sigue durmiendo tranquilo y espera, porque “Nunca es más oscuro que antes del amanecer”.

DEJAD QUE LOS NIÑOS VENGAN A MÍ



El viernes llega a casa entusiasmado, preguntándole a su madre si era cierto: le habían dicho en Catecismo que Dios está en todos lados y todo lo ve. Ella asiente sonriendo.
El sábado, mientras lo arropa, sondea el porqué de su notoria inquietud. El niño contesta:
—¡Shhhhhhhhh, mami! estoy buscando un buen escondrijo para comprobar que Él, está en todas partes—. Los dos sonríen. El domingo por la tarde hallan al pequeño ahogado en el fondo del aljibe.
Olvidaron decirle que los séptimos días, Dios no juega.

COITO HISTÓRICO


La tiene a su merced. Montado sobre ella, su cabello dorado acaricia con perfidia sus pezones, la potente mirada ceniza anticipa el vigor de la penetración. El cuerpo trémulo de la fémina no puede dejar de admirar con lascivia ese pecho musculoso, los brazos fornidos de los cuales es presa. Folos, desbocado por tanta beldad, hace que su víctima sucumba con placer a sus deseos.
Mientras lo observa dormitar a su lado, Ariadna decide que había actuado con inteligencia en el asunto del laberinto. Descubre las extremidades inferiores del que yace a su diestra y sentencia:
—Está mucho mejor dotado que el Minotauro.
¡Ah! Los Centauros son hermosos, muy hermosos... —
Folos despierta y le clava una vez más sus ojos sedientos. Ariadna se entrega al éxtasis. Nadie se va a atrever a acusar a una Diosa de cometer actos de zoofilia. Sigue gozando sin culpa. En un futuro, ella, será simplemente un Mito.

ALMA DE TANGO


Después de innumerables intentos fallidos de que me fuese infiel con alguno de los tantos hombres que le serví en bandeja, sólo atiné, como último recurso, a presentarle a mi jefa, Esmeralda.
Mi esposa y mi jefa copulan felices, mientras yo, finalmente puedo cumplir con mi obsesiva fantasía: Ser socio de ese bar exclusivo para borrachos con penas de amor, donde es condición sine qua non ingresar con la foto rota de la amada entre los dientes y el corazón atado a una cuerdecita, arrastrándose mientras lame toda la inmundicia del mundo.

EL CANTO DE LAS SIRENAS



Harto de mentiras que saben a amargura y punzan escarbando el alma; puso candado a sus oídos. Hoy, por primera vez, un “Te amo” azafranado que no es quimera, intenta desdibujar cicatrices lidiando con el eco funesto de palabras otrora oscuras disfrazadas de estrellas.
Pero él va desnudo de bitácoras, ya no cree en puertos. Y su nave, sorda, se dirige hacia el abismo.

EL SASTRE



Agonizaba sin compañía alguna en un cuarto de hospital. Envuelto en una vasta soledad se entregó a una tristeza infinita. Pensó en las tantas cosas de su pasado que quedaron sin remendar.
Entonces, con el hilo del cual pendía su vida, se cosió el alma.

LIBRE ALBEDRÍO


Pela patatas y controla las cabezas de pescado que se cuecen al fuego. Serán la única ración del día. Cada tanto, limpia los mocos que acompañan el sollozo en su falda raída.
Está nevando. Los leños que quedan son pocos. Necesitaría ayuda. Pero su ayuda anda por alguna taberna husmeando bajo enaguas sugerentes, lamiendo pechos que balconean los corsés, bebiendo al borde del abismo.
Es difícil calcular cuál es mayor, si el frío externo o el que esconde ella debajo de sus sueños. Maldice. Se dirige a su habitación sorteando una tela, tan gris como la vida. Ya desnuda, toma el cinto con el que ese monstruo laceró su cuerpo tantas veces, y son las propias manos, ahora, las que fustigan. No deja de maldecir recordando aquélla fastuosa noche en la que, aun sabiendo que su noble pie cabía en la zapatilla de cristal, renunció a su vida de princesa huyendo con un crápula que le ofrecía desenfreno y pasión.
Tendida sobre una sábana que se va tiñendo en carmín, canturrea un vals.